Cabe preguntarse por qué un ser humano se torna agresivo y por qué utiliza la violencia para lograr sus fines. Podemos detectar en este tipo de personas episodios vividos a lo largo de su vida que no están suficiente ni adecuadamente resueltos, que quizá se remonten a los primeros años de su existencia. Violencia física y maltrato psicológico son habituales en la historia personal de estos individuos, que han crecido y se han desarrollado en un medio donde la agresión era considerada como la manera habitual de comunicarse entre los distintos integrantes de la familia. Tampoco es ajena a estas personas la violencia física de la cual fueron protagonistas pasivos, y cuyas razones nunca llegaron a comprender; no entendían por qué se producía y por qué ellos eran las víctimas elegidas para descargar toda la ira y el resentimiento de los individuos que formaban parte de su intimidad en su infancia, dice el médico y escritor Walter Dresel.
Las estadísticas nos indican que el índice de violencia doméstica y de maltrato físico y psicológico va en aumento, y esto sucede en el llamado Primer Mundo y también en los países en vías de desarrollo. Un análisis primario de la situación permite pensar que la condición socioeconómica no es la única razón que desequilibra a un ser humano y lo torna manipulador y violento.
La violencia psicológica casi siempre es la antesala de la física, afirma Dresel. Suele suceder que cuando las amenazas bajo todas sus formas, sumadas a la destrucción de la autoestima de la víctima y otros procedimientos que utiliza el manipulador, no dan el resultado esperado, la violencia psicológica se convierte rápidamente en una agresión activa. No importa demasiado si la violencia es física o psicológica. Ambas, por distintos caminos, terminan destruyendo a la víctima, reduciéndola a la mínima expresión.
Exigir respeto y otorgarlo son dos condiciones inseparables sobre las cuales se asienta una buena comunicación entre los seres humanos.
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