En esta carta las religiosas trapenses sirias atacan el relato del conflicto que brindan los gobiernos, las ONG y los organismos internacionales. Texto de la carta:
¿Cuándo callarán las armas? ¿Cuándo se callará tanto periodismo partidista? Nosotros, que vivimos en Siria, estamos realmente cansadas, asqueadas de esta indignación general que se alza con la batuta en mano para condenar a quien defiende su propia vida y su tierra.
Hemos ido muchas veces a Damasco; fuimos después de que las bombas de los rebeldes hicieron una masacre en una escuela, incluso estuvimos allí hace pocos días, el día después de que cayeron 90 misiles, que fueron lanzados desde el Guta oriental sobre la parte de la ciudad controlada por el gobierno. Hemos escuchado los relatos de los niños, el miedo a salir de casa y el miedo a ir a la escuela, el terror de tener que seguir viendo a sus compañeros de clase estallar por los aires, o de saltar ellos mismos por los aires… niños que de noche, no logran dormir, por miedo de que un misil caiga sobre el techo. Miedo, lágrimas, sangre, muerte. ¿Acaso estos niños no son, también ellos, dignos de nuestra atención?
¿Por qué la opinión pública no ha pestañeado, porque nadie se ha indignado, porque no se han lanzado llamamientos humanitarios u otra iniciativa por estos seres inocentes? ¿Y por qué, sólo y solamente cuando el gobierno sirio interviene, suscitando gratitud en los ciudadanos sirios, que se sienten defendidos de tanto horror (horror que hemos constatado y que nos cuentan), se indignan por el salvajismo de la guerra?
Por supuesto que cuando el ejército sirio bombardea, allí hay mujeres, niños, civiles, heridos o muertos. Y también rezamos por ellos. No sólo por los civiles: también rezamos por los yihadistas, porque todo hombre que elige el mal es un hijo perdido, es un misterio escondido en el corazón de Dios. Y es a Dios a quien se ha de dejar la tarea del juicio, a Él, que no quiere la muerte del pecador, sino que se convierta y viva.
Pero esto no significa que no se deba llamar a las cosas por su nombre. Y no se puede confundir a quien ataca con quien se defiende.
En Damasco, es desde la zona de Guta de donde comenzaron los ataques contra los civiles que viven en la parte controlada por el gobierno, y no al revés. El mismo Guta donde, ¿hay que recordarlo?, los civiles que no apoyaban a los yihadistas eran colocados en jaulas de hierro: hombres y mujeres, expuestos a la intemperie y usados como escudos humanos. Guta: el distrito donde hoy en día, los civiles que quieren escapar y refugiarse en la zona del gobierno, aprovechando la tregua concedida, son tomados de blanco por la mira de los francotiradores de los rebeldes…
¿Por qué esta ceguera de Occidente? ¿Cómo es posible que, quien informa, incluso en el ámbito eclesial, sea tan unilateral?
¡La guerra es fea, oh, sí, claro que fea! No vengan a contárselo a los sirios, que hace siete años que ven cómo la traen a su propia casa. Pero uno no puede escandalizarse por la brutalidad de la guerra y callar sobre quién ha querido la guerra y la sigue queriendo todavía hoy, sobre los gobiernos que en todos estos años han volcado en Siria sus armas cada vez más potentes, sus servicios secretos, por no hablar de los mercenarios, a los que se dejó entrar deliberadamente al territorio sirio, haciéndolos cruzar desde los países limítrofes (tantos, que luego se convirtieron en ISIS, esto debemos recordárselo a Occidente, que al menos sí sabe qué significa esta sigla).
Callar sobre los gobiernos que han obtenido ganancias y obtienen ganancias de esta guerra. Es suficiente con ver cómo han terminado los pozos de petróleo sirios más importantes. Pero éste es sólo un detalle, hay [algo] mucho más importante en juego.
La guerra es horrible. Pero aún no hemos llegado a la mitad, que es cuando el lobo y el cordero morarán juntos y, para quien es creyente, es necesario recordar que la Iglesia no condena la legítima defensa; y aunque es cierto que no desea que se recurra a las armas y a la guerra, la fe no condena a quien defiende su patria, su familia, ni siquiera su propia vida. Se puede optar por la no-violencia, hasta morir. Pero es una elección personal, que sólo puede poner en juego la vida de quien elige, pero no se puede, por cierto, pedir esto a una nación entera, ni a un pueblo entero.
Ningún hombre que tenga un mínimo de humanidad verdadera puede desear para sí la guerra. Pero decir hoy, a Siria, al gobierno sirio, que no defienda a su nación, es algo que está en contra de toda justicia. Muy a menudo esto es sólo un modo para facilitar la tarea a cuantos quieren depredar el país, masacrar a su pueblo, como ha ocurrido en todos estos largos años, en los cuales las treguas han servido, sobre todo, para rearmar a los rebeldes, y los corredores humanitarios, fueron usados para hacer ingresar nuevas armas y nuevos mercenarios… ¿y cómo no recordar las tamañas atrocidades ocurridas en estos años en las zonas controladas por los yihadistas? Violencia, ejecuciones sumarias, violaciones.¿Cómo no recordar todos aquellos relatos dados a conocer por quien finalmente, logró escapar?
En estas semanas nos hicieron leer un artículo realmente increíble, muchas palabras para transmitir, en el fondo, una única tesis, es decir, que todas las Iglesias de Oriente son meras siervas del poder por conveniencia. Alguna buena frase efectista, del tipo ‘la reverencia de obispos y cristianos al Sátrapa Sirio, un modo para deslegitimar cualquier llamamiento de la Iglesia siria que haga entrever la otra cara de la moneda, aquella de la que no se habla.
Más allá de cualquier defensa inútil y polémica, hagamos un razonamiento sencillo, partiendo de una consideración. Y es que Cristo, que conoce bien el corazón del hombre, y que por tanto, sabe que el bien y el mal cohabitan en cada uno de nosotros, quiere que los suyos sean levadura en la masa, es decir, esa presencia que, poco a poco, desde adentro, hace que una situación pueda crecer y la orienta hacia la verdad y el bien. La sostiene donde hay que sostenerla, la cambia donde es menester cambiar. Con valentía, sin dobles juegos, sino desde adentro. Jesús no secundó a los hijos del trueno, que invocaban un castigo de fuego.
Es cierto que hay corrupción en la política siria (como la hay en todos los países del mundo) y que hay pecado en la Iglesia (como en todas las Iglesias, como tantas veces se ha lamentado el Papa).
Pero nos dirigimos al sentido común de todos, incluso a los no creyentes: ¿cuál es la alternativa real que Occidente invoca para Siria? ¿El Estado islámico, la sharia? ¿Y esto en nombre de la libertad y la democracia del pueblo sirio? No nos hagan reír, o más bien, no nos hagan llorar.
Pero si ustedes piensan que en todo caso, jamás es lícito rebajarse a compromisos, entonces por coherencia, les recordamos, tan sólo para dar un pequeño ejemplo, que ustedes no podrían obtener combustible “de no ser por los compromisos con los poderes fuertes”, dado que la mayor parte de las compañías han comprado al ISIS el petróleo a bajo costo, usando a Turquía como puente. Así, cuando recorran algunos kilómetros en auto, ustedes lo hacen gracias a la muerte de alguien a quien le robaron este petróleo, consumiendo el gasoil que debiera alimentar la calefacción de la casa de algún niño en Siria…
Si realmente quieren llevar la demoracia al mundo, asegúrense primero de estar libres de las satrapías de Occidente, y preocúpense por su coherencia, antes de intervenir sobre la de los demás.
Y no menos importante, no podemos dejar de mencionar que, cuando menos, debiera sucitar alguna sospecha el hecho de que si un cristiano o un musulmán denuncia las atrocidades perpetradas por grupos yihadistas, esto se deja pasar con un manto de silencio, y no encuentra más que un raro eco mediático, filtrado en gotas y relegado marginalmente, mientras que quien critica al gobierno sirio, gana las primeras páginas de los grandes medios. ¿Acaso alguien recuerda una entrevista o una intervención de un obispo sirio, publicada en algún periódico importante de Occidente? Se puede no estar de acuerdo, evidentemente, pero una verdadera información supone acceder a diferentes puntos de vista.
Por otro lado, quien habla de una interesada reverencia de la Iglesia siria hacia el presidente Assad como una defensa de los intereses miopes de los cristianos, demuestra que no conoce Siria, porque en esta tierra los cristianos y los musulmanes viven juntos. Con heridas profundas que remendar, y en la actualidad, también y lamentablemente, haciendo un gran esfuerzo para perdonar, pero de todas maneras, juntos. Y el bien es el bien para todos, un testimonio de ello son las numerosas obras de caridad, socorro, desarrollo, que son gestionadas por cristianos y musulmanes que trabajan juntos.
Ciertamente, esto lo sabe quien vive aquí, aún en medio de tantas contradicciones, y no quien escribe estando detrás de un escritorio, con tantos estereotipos de oposición entre cristianos y musulmanes.
“Libéranos, Señor, de la guerra... y libéranos de la mala prensa…”.
Con todo el respeto que ameritan los periodistas que buscan de verdad comprender las situaciones, e informarnos realmente. Pero por cierto, no serán ellos quienes se tomarán a mal lo que escribimos.
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