El más profundo y quizás único significado de progreso está construido a partir de la conjunción de dos creencias íntimamente ligadas, que “el tiempo está de nuestra parte” y que “somos nosotros quienes hacemos que las cosas sucedan”, dice Zygmunt Bauman. Ambas creencias viven y mueren juntas, y siguen vivas en tanto aquellos que ostentan el poder de hacer que las cosas sucedan las confirmen a diario con sus acciones. Como lo expresara el político francés Alain Peyrefitte, “el único recurso capaz de transformar un desierto en la tierra de Canaán es la
confianza mutua de los miembros de una sociedad y la confianza de todos en el futuro compartido que les espera”. Todas esas otras cosas que nos gustaría decir o escuchar acerca de la esencia de la idea de progreso no son más que un comprensible pero engañoso y fútil esfuerzo por ontologizar ese sentimiento de confianza en uno y en los demás.
Alain Peyrefitte |
Si la confianza en uno mismo, la tranquilizadora sensación de tener control del presente, es el único sustento sobre el que se asienta la confianza en el progreso, no es raro que en nuestros tiempos esta última sea vacilante e inestable, observa Zygmunt Bauman.
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