El Primer Ministro británico, Winston Churchill junto a los generales sir Harold Alexander (izquierda) y Bernard Montgomery (derecha) en Egipto. |
Las relaciones de Churchill con los generales nunca estuvieron exentas de fricciones. Ismay en el libro “Ismay, Memoirs of the Lord Ismay” cuenta que hay un abismo cultural insalvable entre políticos y militares. Entre los políticos, suele imponerse el estilo sobre la sustancia y, después de unas despiadadas astracanadas en la Cámara, son capaces de reunirse a tomar una copa amistosa. Atacan rutinariamente las
propuestas de sus adversarios con independencia de sus méritos, haciendo gala de la peor fe. Los comandantes militares están a salvo de esa clase de pruebas al estar rodeados de un entorno de oficiales del Estado Mayor de admirable lealtad. La consecuencia es una relativa falta de agilidad mental que puede hacer que parezcan faltos de decisión y poco imaginativos, cuando lo que sucede es que, simplemente, tienen dificultades para expresarse, el defecto que más exasperaba a Churchill, escribe Colville en Fringes of Power. Downing Street Years
De izquierda a derecha: Colville, Churchill, John Martin |
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