Cementerio Judío de Praga |
El cementerio de Praga, última de la larga sucesión de novelas de Umberto Eco caracterizadas por lo admirablemente bien que reflejan el espíritu volátil y el enroscado serpenteo de la historia europea, nos ofrece una visión singularmente profunda de la genealogía del paranoico espectro de la conspiración, siempre próximo al umbral de la conciencia, incluso cuando esta dormita. Así resume Eco, por boca de Simonini, el servicio desempeñado por la cosmovisión conspiratoria, así como su utilidad y las causas de su extendido atractivo: Yo siempre he conocido a personas que temían el complot de algún enemigo oculto, los judíos para el abuelo, los masones para los jesuitas, los jesuitas para mi padre garibaldino, los carbonarios para los reyes de media Europa, el rey aguijado por los curas para mis compañeros mazzinianos, los iluminados de Baviera para las policías de medio mundo y, ¡ea!, quién sabe cuánta gente más en este mundo piensa que una conspiración la está amenazando.
El narrador de El cementerio de Praga vive, piensa y actúa
en el siglo XIX, pero Umberto Eco, que lo situó allí, recompuso su vida, su pensamiento y sus acciones desde la privilegiada visión en retrospectiva que nos da el siglo XXI. Lejos de haberse convertido en la aberración mental de un minúsculo margen desquiciado de la sociedad, la teoría conspiratoria de la historia y de la presunta maquinaria que mueve en nuestros días los hilos de los actores mundiales no deja de aproximarse más y más al corazón mismo del debate político y de la opinión pública a la que abastece e inspira; su popularidad está aumentando con fuerza en un número creciente de países, lo que hace que cuente con un público seguidor en expansión y que aflore con mayor frecuencia en los discursos de los políticos y en las emisiones de los medios de comunicación de masas.
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