Inocencio IV. |
A ningún historiador sorprende que los hombres de la Iglesia situaran las universidades entre las mayores joyas de la civilización cristiana. El papa Inocencio IV (1243-1254) describía las universidades como “ríos de ciencia que riegan y fertilizan la tierra de la Iglesia universal”; y el papa Alejandro IV (1254-1261) las llamaba “lámparas que iluminan la casa de Dios”. El crecimiento y el éxito del sistema universitario no pueden separarse del apoyo papal. Gracias a la constante intervención del papado, escribe el historiador Henri Daniel-Rops, la educación superior pudo ampliar sus fronteras; la Iglesia fue ciertamente la matriz que produjo la universidad, el nido a partir del cual emprendió el vuelo.
Es un hecho contrastado que una de las principales
aportaciones de la Edad Media a la ciencia moderna fue la libertad de investigación en el mundo universitario, manifiesta Thomas Woods, donde los académicos podían debatir y discutir propuestas sobre los cimientos de la razón humana.
Estudiantes en la Edad Media. |
En contra de la imagen groseramente inexacta de la Edad Media que hoy pasa como conocimiento adquirido, el esfuerzo de los intelectuales medievales resultó decisivo para la civilización occidental. Los eruditos de la Alta Edad Media, escribe David Lindberg, crearon una extensa tradición intelectual, en ausencia de la cual el progreso de la filosofía natural, esencialmente las ciencias naturales, habría sido inconcebible.
Universidad de Salamanca, una de las más antiguas de Europa. |
El historiador Edward Grant dice: “¿Qué permitió a la civilización occidental desarrollar la ciencia y las ciencias sociales hasta extremos jamás alcanzados por ninguna otra civilización? La respuesta, estoy convencido, reside en un persuasivo y sólido espíritu investigador que surgió como consecuencia natural del énfasis en la razón desde la época de la Edad Media. La razón, con la salvedad de las verdades reveladas, se entronizó en las universidades medievales como árbitro definitivo en la mayoría de los debates y controversias intelectuales. Era natural entre los eruditos inmersos en el entorno universitario recurrir a la razón para adentrarse en materias no exploradas hasta la fecha, así como para discutir posibilidades que nunca antes se habían tomado en seno. La creación de las universidades, el compromiso con la razón y la argumentación racional y el espíritu de investigación que caracterizaban la vida intelectual en la Edad Media fueron un regalo del Medioevo latino al mundo moderno aun cuando nunca llegue a reconocerse”.
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