Desde los tiempos de Herodoto, la historia ha representado la memoria colectiva como base sobre la que construir la identidad de un pueblo, afirmar su verdadera cultura y consolidar sus tradiciones, leyes, costumbres y conducta. En la era moderna, la historia ha ayudado a que se consolidaran los Estados, cada uno con su propia historia nacional legitimadora que justificaba su propio progreso y la necesidad de una industrialización dirigida al crecimiento económico. El desmoronamiento de la confianza en una historia ha contribuido al clima de incertidumbre reinante y a eliminar ese sentido de comunión en la marcha hacia el progreso al que la modernidad había apuntado. De ahí también que el individuo se haya encontrado más solo aún al verse súbitamente enfrentado a un mundo incognoscible y adverso, pues está hoy privado de un sentido de la historia y la autoconciencia. Los precursores de la posmodernidad (de Nietzsche a Heidegger) consideraban la historia más como una impostura que como una memoria de la verdad y la sustituyeron por el acontecimiento o el suceso.
Como dice el sociólogo italiano Carlo Bordoni, el suceso no
tiene memoria; tiene un valor en sí y para el periodo en que tiene lugar. No es repetible, y su verdad radica en la imposibilidad de que se repita. Es único y, por lo tanto, universal. Ese enfoque, dice Bordoni, además de vaciar de significado la historia, niega implícitamente todo valor a la evocación del pasado como advertencia para no repetir errores. Si todo acontecimiento es único de por sí, no tiene sentido usarlo como un medio de disuasión para que otros no repitan hechos del mismo tipo. La nueva historia, lejos de tratar de funcionar como una perspectiva general del conjunto de una comunidad como tal, se transforma en una caótica suma de acciones personales, divididas, fragmentadas e inservibles para una comprensión futura. Un conjunto de sucesos cuyo sentido, a largo plazo, se dispersa y se presta más bien a la confusión. Por esa razón, el acontecimiento más reciente, el de palpitante actualidad, el nuevo, representa el rostro de la verdad en ese momento y derrota al suceso anterior. Todo lo que ya ha pasado, aunque esté registrado en la memoria masiva, indeleble y fijado para siempre en los medios electrónicos, sabe a obsoleto y por consiguiente es rechazado por la conciencia social, que vive en un presente eterno que nunca deja de renovarse como tal.
Carlo Bordoni |
La sociedad del mañana, avisa Bordoni, es una sociedad sin memoria, condenada a repetir los errores del pasado y a reconstruir agotadoramente su propia experiencia desde cero, pero será tan diferente de la sociedad moderna que dejamos ahora atrás que incluso los errores del pasado, cuando se repitan, aparecerán bajo una nueva luz, como si nunca antes nadie los hubiera visto. Es tan profundo el cambio que se produjo al término de la modernidad y son tan rápidas las innovaciones, que de poco servirá la experiencia pasada.
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