Así como el fuego de una pequeña chispa se hace grande y se refuerza, y cuanta más madera encuentra más dispuesto está a quemar, y sin que se le eche agua para apagarlo, tan sólo con no darle más madera, al no tener nada más que consumir, se consume por sí mismo, y pierde toda su fuerza, y ya no es fuego…, de la misma manera los tiranos, cuanto más pillan, más exigen, cuanto más arruinan y destruyen, más se les da, más se les sirve, tanto más se fortifican y se hacen siempre más fuertes y más vigorosos para aniquilar y destruirlo todo. Pero si nada se les da, si no se les obedece, sin combatir, sin golpear, se quedan desnudos y son derrotados, y ya no son nada, como las ramas que se secan y mueren cuando la raíz se queda sin humores o alimento. Los audaces, para adquirir el bien que desean, no temen el peligro; los avisados no rechazan el esfuerzo. Los cobardes y embotados no pueden soportar el mal ni recobrar el bien, se limitan a desearlo. Y aunque su cobardía les arrebata la fuerza para pretender alcanzarlo, el deseo de poseerlo permanece en ellos por naturaleza. Este deseo, esta voluntad de todas las cosas que, una vez adquiridas, les harían felices y les contentarían, es común a los sabios y a los indiscretos, a los valientes y a los cobardes. Una sola cosa hace la excepción, y no sé cómo la naturaleza abandona a los hombres para desearla, es la libertad, que es no obstante un bien tan grande y tan placentero que, perdida, todos los males la siguen, y los mismos bienes que permanecen tras su pérdida, pierden enteramente su gusto y su sabor, corrompidos por la servidumbre. Lo único que los hombres no desean es la libertad, y no por otra razón, eso parece, que esta; si la deseasen la obtendrían, ¡como si rechazasen esta bella adquisición tan solamente porque es demasiado fácil! ¡Pobres y miserables pueblos insensatos, naciones obstinadas en vuestro mal y ciegas a vuestro bien! Os dejáis arrebatar ante vosotros lo mejor y lo más claro de vuestros bienes, saquear vuestros campos, robar vuestras casas y despojarlas de los muebles antiguos y paternales. Discurso de la servidumbre voluntaria de Étienne de La Boétie
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