lunes, 22 de abril de 2024

La alegría es un lenguaje de miradas

Susanna Tamaro, novelista italiana, escribe en Querida Mathilda que “hay que convertirse en difusores de alegría, cultivarla en nosotros y expandirla hacia el exterior.…Cultivar la alegría no significa no ver las fealdades y desperfectos del mundo, no significa arrojar sobre la realidad un velo color de rosa para crear una felicidad ilusoria; por el contrario, vivir en la alegría significa vivir en la consciencia extrema, atestiguando, en el mundo oscuro, una pertenencia diferente del ser. La alegría no es un lenguaje de palabras sino de miradas; la alegría no convence, contagia. La alegría es poderosamente revolucionaria porque revolucionario es el amor sin distinciones al que sirve de vehículo…….en el camino de la fe, un testimonio de alegría es mucho más poderoso que mil razonamientos. Quien está lejos del Espíritu a menudo imagina que la vida del que cree es una sucesión de deberes casi claustrofóbicos, un horizonte cerrado y sombrío ofuscado por las oscuras nubes del Juicio…..La vida abandonada al Espíritu es una vida de total apertura, de total comprensión. No hay ya divisiones, separaciones, juicios ni condenas; ya no nos escatimamos, no nos entregamos con cuentagotas, quitamos de los días las sumas y sustracciones, los “está bien” y los “no está bien”. En el abandono dejamos de ser nuestros propios jueces. Y cuando uno deja de ser juez, cuando, en vez de analizar e indagar, se acepta a sí mismo y acepta el conmovedor misterio de la vida, entonces en nuestro interior la alegría se inflama con toda su poderosa ligereza.


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