Hoy hay caminos políticos, culturales y mediáticos, que intentan reescribir la historia que no sucedió. La reescriben, la tergiversan y la banalizan o la demonizan. Y eso, como consecuencia, hace que se reabran heridas que generosamente estaban cerradas y se declaren ataques y guerras que estaban ya superadas. En esto hay una intencionalidad ideológica, no una búsqueda del bien común. Y cuando hablo de la ideología me refiero a varias que están en curso, y todas ellas, por lo que tienen de reducción, de censura, de marginación, van en contra de aquellos o de aquello que pueda presentar una discreta resistencia, como por ejemplo la Iglesia. Hoy, ves que van claudicando, uno tras otro, estamentos, instituciones y personas ante la asechanza de la ideología de turno. Y cuando alguna parte de la Iglesia dice: “No, yo no voy a jugar a esto, yo me rebelo contra esto, yo desmantelo esto, yo señalo esto como torticero o como mendaz”, entonces tienen en ti, no solamente un adversario, que eso sería razonable, sino un enemigo a censurar, a ridiculizar y si es posible, destruir, manifiesta en una entrevista Jesús Sanz, arzobispo de Oviedo.
Y añade Don Jesús que “hoy no solo se reescriben las historias de guerras ganadas o guerras perdidas. Se reescribe también el proyecto originario. Porque la vieja y única tentación del hombre es querer ser como Dios. Y el pecado personal no es más que el torpe comentario de esa vieja y única tentación de querer ser como Dios. Este planteamiento del transexualismo está indicando que yo quiero crear al hombre, como lo creó Dios. Y, por tanto, me permito crearlo o recrearlo según mi propuesta ideológica”.
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