jueves, 4 de abril de 2024

El progreso tecnológico industrial fue obra de los menestrales y artesanos

            Spinning jenny. James Hargreaves


El progreso tecnológico industrial no nació en las sociedades de sabios aparecidas con la revolución científica del siglo XVII, ni en las universidades, sino que fue obra de los menestrales y artesanos que innovaron a partir de la práctica cotidiana de sus oficios. Esto se pone de manifiesto en el caso de Gran Bretaña, donde los inventos que transformaron inicialmente la producción eran artefactos sencillos, ideados para favorecer la producción doméstica, como la lanzadera, concebida en 1733 por John Kay, o la spinning Jenny de Hargreaves, en 1764, que lleva el nombre de la esposa del inventor, a quien iba destinada. Uno de los elementos definitorios de esta etapa sería precisamente el de sacar pleno rendimiento del trabajo familiar.
Los avances conseguidos con esta revolución de los menestrales iban mucho más allá de la invención de las máquinas destinadas al trabajo familiar, como bien demuestra su capacidad de producir un objeto tan complejo como la aguja de coser, que, como indicaba la Encyclopédie, tuvo que pasar por “dieciocho operaciones diferentes antes de entrar en el comercio”. De la Encyclopédie el tema de la aguja pasaría a Adam Smith, que lo argumenta en el primer capítulo de The Wealth of Nations para destacar el aumento de la productividad que surge de la división del trabajo y de la especialización de todos aquellos que participan en la producción. Los adelantos conseguidos de este modo son evidentes en caso de la fabricación de armas de fuego en Gran Bretaña, donde la ciudad de Birmingham se convirtió en una especie de fábrica descentralizada. En la confección de armas de fuego había por lo menos treinta procesos manuales diferentes realizados por distintos artesanos individuales. Esta forma de trabajar no solo exigía el compromiso de cada participante en la calidad de la labor realizada, sino que respetaba las tradiciones de un “precio equitativo” y un “salario justo”, que posteriormente se integraron en la filosofía de los sindicatos, que nacieron como trade unions, es decir, “uniones de oficio”, no solo en Gran Bretaña sino en toda Europa. Esta coordinación no solamente se llevaba a cabo a escala del obrador, sino a la de la tienda, donde, aparte de las regulaciones gremiales, había un sistema de relaciones “de una enorme complejidad y de una sorprendente flexibilidad, dinamismo e innovación”.
Referencia: Capitalismo y democracia 1756-1848 (Josep Fontana)


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