“Al hombre se le debe el buen nombre, el respeto, la consideración, la fama que ha merecido. Cuanto más conocemos al hombre, tanto más se nos revela su personalidad, su carácter, su inteligencia y su corazón. Y tanto más nos damos cuenta del criterio con que debemos "medirlo", y qué quiere decir ser justos con él” manifiesta Juan Pablo II. Con frecuencia, el poco dominio de la lengua, “la ligereza en el obrar y en el decir", son manifestaciones de “atolondramiento y de frivolidad”, dice Escrivá de Balaguer. El buen nombre es preferible a las grandes riquezas (Prov 22, 1).
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