Isaiah Berlin, filósofo e historiador de las ideas, y que está considerado como uno de los principales pensadores liberales del siglo XX, escribe que hay que estar en guardia contra los que no ven a los hombres como son, y los miran a través de cristales coloreados por sus propias esperanzas y deseos, sus amores y sus odios, en términos de un modelo idealizado del hombre que quisieran que fuera, y no como es y fue y será. Los reformadores honestos, por valiosos que pudieran ser sus ideales, como el digno guía de la república florentina, Piero Soderini, a quien Maquiavelo sirvió, o el mucho más talentoso Savonarola (hacia quien se inclinaba marcadamente) fracasaron y causaron la ruina de otros, más que nada porque sustituyeron lo que es la irrealidad por lo que debería ser, porque en algún momento cayeron en el irrealismo. Fueron hombres de calidades muy diferentes. Savonarola tenía una voluntad fuerte, mientras Soderini, en opinión de Maquiavelo, era indeciso y de mente estrecha. Pero lo que tenían en común era un planteamiento inadecuado de cómo usar el poder.
Lo que hay que hacer se debe definir en términos de lo factible, no de lo imaginario; el arte de gobernar tiene que ver con acciones dentro de los límites de las posibilidades humanas, por vastos que sean; se puede cambiar a los hombres, pero no a un grado fantástico.
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