Cuando el alma no quiere partir |
Escribe el profesor Felipe Fernández-Armesto, historiador y catedrático de Historia Mundial y Ambiental del Queen Mary College de la Universidad de Londres que “los pueblos humanos raramente, o acaso nunca, se desplazan de buena gana y se adaptan a un nuevo entorno sin dificultades. Entre los casos recientes y bien documentados, los acaecidos en los últimos quinientos años, las colonizaciones más exitosas han tendido a buscar entornos similares al lugar de procedencia. Generalmente, los emigrantes intentan recrear la atmósfera de su tierra natal en el país que les acoge. Los colonizadores fundaron Nueva Inglaterra, Nueva Francia, Nueva Zelanda, Nueva Gales del Sur y otras versiones ligeramente modificadas de sus lugares de origen. Crearon Nueva España y, cuando se hubieron adaptado a ella, se desplazaron a Nuevo México. Se aferraban a su cultura como algo reconfortante y transportaban con ellos tantos objetos de su entorno físico como les era posible. Viajaban con los animales y los cultivos que les eran conocidos, eso implicaba generalmente que debían hallar zonas similares a las que habían abandonado”. “Hoy en día los emigrantes chinos han transformado partes del Asia Central en lugares con la apariencia, los olores y los sonidos de China; en gran medida han hecho lo mismo en los barrios chinos de Occidente”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario