Al adoptar el fútbol, deporte de origen europeo, los habitantes de buena parte del planeta lo han convertido en un ingrediente fundamental de las culturas populares de masas. Se ha transformado incluso en una de las manifestaciones más espectaculares de la occidentalización del mundo y de la mundialización actual. Esa mundialización sería una mera sombra de sí misma de no intervenir la todopoderosa FIFA. El organismo que explota los ámbitos imaginarios y las pulsiones de millones de seres humanos aquí es invisible.El patrón FIFA se ha percibido como el asalto que la mundialización lleva a cabo contra las identidades locales. El cineasta brasileño Kleber Mendonça es categórico: “Estamos cumpliendo las órdenes de la FIFA, que querría decirnos cómo comportarnos, cómo sentarnos, cómo comer y beber en unos estadios que, dicho sea de paso, están diseñados a nivel mundial enteramente como los europeos”.
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