Hay un dicho entre varios pueblos africanos que reza así: “Se necesita a toda una aldea para educar a un niño”. Esta frase expresa de manera plástica que educación significa la inserción social y que sólo si el grupo humano es consistente, el niño va a quedar convencido de que “eso es lo que hay que hacer”. El niño puede adoptar una conducta determinada sólo porque lo dice su mamá o su maestro, pero si lo que ellos le aconsejan coincide con lo que dicen los demás adultos, el aprendizaje será más profundo y lo asimilará mejor. El ejemplo africano ilustra que la educación es a la vez directa e indirecta. Consiste en lo que se dice explícitamente y lo que se enseña implícitamente. Si los dos tipos de enseñanza trasmiten el mismo mensaje al joven, la educación será más fácil y más completa. La enseñanza indirecta, la que el niño absorbe por vivir en comunidad, es la más fuerte de las dos. Como para todos los seres biológicos, la imitación es un modelo de aprendizaje muy importante, aunque hoy en día no se le conceda tanta trascendencia. Su eficacia está relacionada con el deseo de pertenencia, de admiración, de aceptación, todos ellos motivos de actuación de enorme fuerza, escribe la pedagoga Inger Enkvist.
Añade Enkvist que crecer es convertirse paso a paso en adulto, y para ser reconocido como adulto, el niño tiene que aprender a comportarse como adulto. Precisamente por ser algo indirecto, es tan preocupante que algunos jóvenes estén rodeados de modelos negativos. En otras épocas se hablaba de “malas influencias” o de“compañías indeseables”. Hoy, los modelos no deseables se encuentran en casa, en la televisión e internet, instalados por los padres como si constituyeran el centro del hogar, si no en la habitación del niño, y se encuentran también en los colegios con el beneplácito de los políticos, que suelen refugiarse en la ilusión de que la presencia electrónica impida la deserción de jóvenes violentos, que ven como exclusión.
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