lunes, 30 de diciembre de 2019

La reducción individual de trabajo por parte de la máquina estimula la demanda de trabajo a largo plazo



En su obra La riqueza de las naciones (1776), el texto fundacional del liberalismo económico, Adam Smith elogiaba la gran variedad de “máquinas bonitas” que estaban instalando los fabricantes para “facilitar y abreviar el trabajo”. Al permitir que “un hombre haga el trabajo de muchos”, predijo, la mecanización daría un gran empuje a la productividad industrial. Los propietarios de fábricas tendrían más beneficios, que entonces invertirían en aumentar sus operaciones, construirían más industrias, comprarían más máquinas, contratarían más empleados. Cada reducción individual de trabajo por parte de la máquina, lejos de ser nociva para los trabajadores, estimularía en realidad la demanda de trabajo a largo plazo. Otros pensadores abrazaron y continuaron el análisis de Smith. Gracias a la mayor productividad producida por equipos que reducen el trabajo físico, predijeron, se multiplicarían los empleos, subirían los salarios y bajarían los precios de los bienes. Los trabajadores tendrían dinero extra en sus bolsillos, que usarían para comprar bienes de los productores que les daban trabajo. Esto proporcionaría incluso más capital para la expansión industrial. De este modo, la mecanización contribuiría a desencadenar un círculo virtuoso, el cual aceleraría el crecimiento económico de la sociedad, aumentaría y distribuiría su riqueza, y ofrecería a sus gentes lo que Smith había denominado “comodidad y lujo”.

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