El maligno hace que el bien y el mal estén muy entreverados, y en muchas circunstancias es difícil distinguirlos. Quiero recordarte, dice el escritor Chufo Llorens, que aquel acto animal, sin amor, era una profanación del cuerpo de la mujer.
El obispo de Hipona fue en su juventud un gran pecador; sin embargo, las oraciones de su madre, santa Mónica, lo llevaron a la santidad. Éste fue su ruego: “Permite, Señor, que estemos juntos en el cielo los que tanto nos amamos en la tierra”.
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