Cuando una mujer es simplemente un medio de satisfacción sexual, puede que se diga que un hombre la desea, pero no que la ama. Para que el deseo sexual de él llegue a ser parte del amor, debe funcionar como manera de responder al carácter y a las propiedades especiales de esa mujer en particular. El deseo quiere lo que quiere en aras de alguna gratificación privada, en tanto que el amor demanda un interés en esa vaga complejidad que denominamos otra persona, escribe el profesor de filosofía Irving Singer.
Puede ser que todos los hombres de una sociedad admiren a una “belleza oficial”, como Ortega la denomina. Todo hombre, dice Singer, puede rendir homenaje a sus cualidades excepcionales como si la dama fuera una gran obra de arte y algunos querrán poseerla, como quisieran robar las joyas de la corona. Pero eso no es lo mismo que el amor, ya que éste implica un tipo diferente de respuesta, más íntima, más personal y más creativa.
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