Mohamed VI, rey de Marruecos. |
Elisenda Colell, periodista de El Periódico, cuenta las enormes injusticias imperantes en el reino alauita, la imposibilidad de escalar en la pirámide social por medio del estudio o el trabajo duro, las vidas anodinas que nacen y se agotan en el mismo sitio, llevan a familiares y amigos a alegrarse enormemente con la noticia de que uno de los suyos llegó a España y está en un centro de acogida, donde le dan ropa, estudios y papeles. Por eso, en un barrio de la norteña localidad de Larache visitado por Colell, de 40 chicos que vivían allí hace unos años, apenas quedan ocho. Porque incluso los familiares empeñan a veces lo poco que tienen para pagarles el viaje. Una patera es, para muchos menores, la forma que tiene la felicidad.
Fouad Akhrif, coordinador de la asociación “Pateras de Vida”, manifiesta que en cuanto a la emigración, regresar es algo imperdonable o mal visto, con independencia de cómo la persona haya estado viviendo en Europa. Hay un rechazo. El 90% de la sociedad no recibe bien al que quiere regresar. Si ya se ha ido y ha tenido una experiencia que no le gustó o lo ha pasado mal, encontrará siempre rechazo. Conozco un montón de casos de gente joven que quieren volver para recomenzar su vida, pero frente a ese repudio social temen hacerlo. Yo tengo la suerte, dice Fouad Akhrif, de que voy a Europa muchas veces. Cuando regreso, mis amigos me dicen “Tonto, ¿por qué no te has quedado allá?”. Aunque intentas explicarles, ellos lo tienen bien metido en la cabeza, Europa es el paraíso, mientras que aquí no hay nada.
La pobreza y la miseria son escandalosas |
Si en Marruecos se hiciera un reparto más equitativo de las riquezas, ninguno pensaría en irse, añade Akhrif, este es un país muy rico. Lo que se debe hacer es acabar con la corrupción económica, política, social; mejorar los servicios sociales, la educación, la sanidad, el acceso a la universidad. Si se hiciera esto, acabaría con la emigración ilegal, pues la gente pensaría de otra manera.
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