Prototipo internacional del kilogramo que se guarda en Sèvres, cerca de París. |
Sólo existe un objeto en el mundo que pese oficialmente un kilogramo preciso, y reposa en una cámara acorazada a las afueras de París, Francia. El prototipo internacional del kilogramo, un pequeño cilindro de platino e iridio hecho en 1889, es el objeto con relación al cual están calibradas todas las balanzas del mundo. Ese trozo de metal se guarda bajo fuertes medidas de seguridad, pues muchos temen que si se dañara o perdiera, la actividad económica en todo el mundo poco a poco se paralizaría. Una compañía que comprara una tonelada de acero a una fábrica al otro lado del mundo ya no podría estar segura de que recibe la cantidad correcta y no se le ha timado mediante el uso de una escala mal calibrada. El establecimiento de estándares.
Cuenta el periodista británico Edmund Conway que la economía no puede funcionar aprovechando plenamente sus capacidades sin estándares oficiales, establecidos en la ley tanto en el nivel nacional como internacional. Incluso los más ardientes abanderados del libre mercado aceptan que seguimos necesitando gobiernos que hagan respetar la ley y el derecho a la propiedad. Sin tales leyes, el libre mercado no podría funcionar de manera apropiada y lo que tendríamos sería la anarquía (un peligro que ya había señalado Adam Smith). Necesitamos un gobierno para hacer cumplir los contratos entre las personas y las empresas y para establecer los estándares que los ciudadanos han de seguir. Las personas necesitan estar seguras sabiendo que si poseen algo no les será confiscado de manera arbitraria, y que las trampas y el robo no quedarán impunes.
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