domingo, 8 de septiembre de 2019

Edith y Ronald Tolkien, un matrimonio que tenía tiempo para sentarse y conversar


Matrimonio de J.R.R. Tolkien y Edith Bratt
Cuenta el escritor y biógrafo Humphrey Carpenter, como Ronald Tolkien y su esposa eran personas muy diferentes con intereses muy distintos. Como ocurriera a lo largo de toda su vida, padecían ocasionales momentos de irritación, a pesar de lo cual el afecto que los unía continuaba siendo entrañable y notorio. Tenían tiempo para sentarse a conversar, cosa que hacían con frecuencia, especialmente las noches de verano, en los bancos de la galería de Sandfield Road, o en el jardín, entre las rosas, él con su pipa y ella fumando un cigarrillo, hábito que había adquirido muy tarde en su vida. Como era inevitable, gran parte de su conversación se refería a la familia, una fuente continua de interés para ambos. Siempre les había preocupado el concepto de familia, algo que apenas conocieron cuando niños; ahora les complacía su papel de abuelos, y gozaban de la visitas de sus nietos. Sus bodas de oro, celebradas en 1966 con gran ceremonia, fueron también un motivo de placer para ambos. 



Los impuestos se llevaban gran parte de las ganancias de los Tolkien, pero soportaban esto con filosofía, aunque en cierta ocasión Ronald Tolkien cruzó un cheque por una gran suma destinada a las autoridades impositivas con las palabras «Ni un penique para el Concorde». Fue generoso con su recién adquirida riqueza, adquirida por los derechos de autor de sus libros, y entregaron una suma importante a la iglesia parroquial de Headington. Pero lo que más les alegraba era poder ayudar a los miembros de su familia. Regalaron una casa a uno de sus hijos, un coche a otro, un violonchelo a un nieto, la matrícula escolar a una nieta. Sin embargo, a pesar de la abundancia, no perdieron el hábito de cuidar cada moneda. 

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