Se avecina una revolucionaria oleada de innovaciones políticas e institucionales. El poder está cambiando tanto, y en tantos ámbitos, que sería sorprendente que no aparezcan nuevas formas de usar el poder para responder mejor a las necesidades y exigencias de la gente. Por todo esto no es descabellado pronosticar que veremos transformaciones inevitables en la forma en que la humanidad se organiza para sobrevivir y organizarse, dice Moisés Naím, miembro del Carnegie Endowment for International Peace.
El historiador Henry Steele Commager afirmaba a propósito del siglo XVIII que “inventamos prácticamente todas las instituciones políticas importantes que poseemos, y no hemos inventado ninguna más desde entonces. Inventamos el partido político, la democracia y el gobierno representativo. Inventamos el primer sistema judicial independiente de la historia … Inventamos el procedimiento de revisión judicial. Inventamos la superioridad del poder
civil sobre el militar. Inventamos la libertad religiosa, la libertad de expresión, la declaración de derechos constitucionales. Podríamos seguir y seguir… Todo un legado. ¿Pero qué hemos inventado después que tenga una importancia comparable?”
Después de la Segunda Guerra Mundial, vivimos una oleada
de innovaciones políticas para evitar otro conflicto de esa magnitud. El resultado fue la creación de Naciones Unidas y toda una serie de organismos especializados, como el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional, que cambiaron el mapa institucional del mundo. Ahora está fraguándose, dice Naím, una nueva oleada de innovaciones, incluso de mayor envergadura, que promete cambiar el mundo tanto como las revoluciones tecnológicas de los últimos dos decenios. No empezará desde arriba, no será ordenada ni rápida, resultado de cumbres o reuniones, sino caótica, dispersa e irregular. Pero es inevitable.
Moisés Naím. |
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