Los musulmanes no aceptan, ni jamás aceptarán la Santísima Trinidad, a la que consideran como una blasfemia contra Allah, el Único. El Alá del Corán es uno. Él es un creador. Él es todopoderoso y omnisciente, y que juzgará a la humanidad en el último día. Ellos creen que adoramos a tres dioses (Misterio de la Santísima Trinidad). Entienden que el cristianismo es una deformación; es más, los musulmanes creen que ellos son los auténticos discípulos de Jesús, los únicos que han comprendido su doctrina y que le son fieles.
Los católicos creemos que Dios es un ser único que existe como tres personas distintas o hipóstasis: el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo.
El conocimiento que Dios tiene de Sí mismo es un conocimiento perfecto. La imagen de Sí mismo que Dios tiene en su mente divina es absolutamente perfecta, una réplica exacta de Sí mismo. Como pertenece a la naturaleza de Dios el existir, la idea que Dios tiene de Sí mismo debe tener existencia propia. Debe ser una imagen viva, porque, si no, no reflejaría a Dios perfectamente. Es un pensamiento viviente que Dios posee de Sí mismo, y esta imagen viva es Aquel a quien llamamos Dios Hijo.
Entre los dos, el Padre (Dios conociéndose a Sí mismo) y el Hijo (conocimiento que Dios tiene de Sí), emana un mutuo amor. Es un amor de infinita intensidad, un amor perfecto y, por lo tanto, un amor vivo. Este amor perfecto y vivo es el Espíritu Santo. Es tan simple como eso. Es el amor de Dios, un Amor vivo, consciente y eterno.
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