Hacer las cosas que hacemos por el valor de las mismas y no por el dinero, el prestigio, el éxito, los resultados que a nuestro bolsillo o a nuestra vanidad puedan producirles. Vistas así las cosas, lo mismo da ser emperador que barrendero, sano que enfermo, joven o viejo. Ser lo que somos apasionadamente. Ser apasionadamente joven cuando se es joven y entusiásticamente viejo cuando llega la vejez. Hacer, si se puede, aquello que uno ama, y si no se puede, amar sin reticencias aquello que se hace. Hay en nuestro mundo, desgraciadamente, demasiadas personas que se ven obligadas a hacer tareas a contrapelo. Pero aún hay más que terminan aburriéndose hasta de aquello que amaban o que podrían amar con un poco de esfuerzo. Y aún hay algo peor, gentes que podrían hacer lo que aman, aunque esto les supusiera vivir más modestamente, pero que prefieren hacer otras cosas menos amadas pero más remuneradas.
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