El Canal de la Mancha, conocido por Ptolomeo con el nombre de Oceanus Britannicus, y por los cartógrafos holandeses del siglo XVI con el de Engelse Kanaal, este brazo de mar, de apenas treinta y tres kilómetros de anchura en su punto más estrecho, había sido cruzado en globo por primera vez en 1785, por un vapor de pasajeros en 1821 y por un hombre a nado en 1875. Pero durante casi un milenio, los ejércitos invasores que habían decidido enfrentarse a una costa hostil al otro lado del canal habían encontrado más dolor que gloria.
El Departamento de Guerra de los Estados Unidos barajó la idea de abrir un túnel por debajo del lecho del mar. Un estudio minucioso calificó el proyecto de factible si se disponía de un año de tiempo y de quince mil hombres para excavar la galería y extraer cincuenta y cinco mil toneladas de tierra. Los expertos más preclaros cuestionaron sus complejidades estratégicas y funcionales, como, por ejemplo, la probabilidad de que todo el VII Ejército alemán estuviera allí esperando a que asomara la cabeza el primer excavador. El estudio fue archivado.
Hubo que esperar hasta 1987, gracias a un previo acuerdo entre el presidente francés Francois Mitterrand y la primer ministro británica Margaret Thatcher, cuando comenzaría la construcción de esta gran obra arquitectónica que se extendió hasta 1994. El túnel del Canal de la Mancha es una de las grandes obras arquitectónicas de finales del Siglo XX que sirvió para conectar Reino Unido y Francia mediante transporte ferroviario o privado.
A propósito tengo que decir que lo que en España conocemos como el Canal de la Mancha, en Francia lo llaman Le Manche. Una palabra que significa manga haciendo relación a la forma que tiene el canal, que por su longitud y estrechez recuerda a una manga. De esta forma, en España se debería llamar el Canal de la Manga, pero por un error de traducción los españoles lo hemos denominado Mancha. Los ingleses no se han complicado, lo conocen como English Channel.
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