Marx y Engels, junto a las hijas del primero. |
El profesor británico Niall Ferguson cuenta que Marx y Engels se equivocaron en dos cosas. En primer lugar, su “ley de hierro” de los salarios resultó disparatada. Es cierto que la riqueza se hizo sumamente concentrada bajo el capitalismo, y seguiría siéndolo hasta el segundo cuarto del siglo XX. Pero los diferenciales de renta empezaron a reducirse en la medida en que los salarios reales subieron y los impuestos se hicieron menos regresivos. Los capitalistas supieron ver lo que a Marx se le había pasado por alto, que los trabajadores eran también consumidores. En consecuencia, no tenía sentido intentar reducir sus salarios hasta niveles de subsistencia. Muy al contrario, como el caso de Estados Unidos dejaba cada vez más claro, no había mayor mercado potencial para la mayoría de las empresas capitalistas que sus propios empleados. Lejos de condenar a las masas a la miseria, la mecanización de la producción textil vino a crear oportunidades de empleo cada vez mayores para los trabajadores occidentales, y el descenso de los precios del algodón y de otros bienes supuso que los trabajadores occidentales pudieran comprar más con su salario.
El segundo error que cometieron Marx y Engels fue el de subestimar la capacidad de adaptación del Estado decimonónico, especialmente cuando este pudo legitimarse en la forma de Estado-nación.
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