El sentido de la vida deriva de muchas cosas, la religión y la familia son las que más rápidamente acuden a la mente. Esas instituciones permiten que las personas digan que viven para algo más que para ellos mismos y que va más allá del aquí y del ahora. Una gran cantidad de investigaciones demuestran que la gente casada y las personas religiosas son mucho más felices que los solteros y los laicos.
Para los estadounidenses el trabajo es tremendamente importante. Cuando en la encuesta social general se les pidió que puntuaran en una escala del uno al siete la importancia que le otorgaban a extraer sentido de un trabajo, el 84 por ciento señaló el 6 o el 7. Aparentemente, no importa que el trabajo sea desagradable, o hasta peligroso, siempre y cuando sea significativo. De hecho, si implica sacrificarse por una causa más importante que nosotros mismos, los niveles de significación pueden llegar a ser incluso más altos. Tal y como aprendió el psiquiatra vienés que sobrevivió al Holocausto, Victor Frankl, se puede extraer sentido de un trabajo hasta en la más desesperada de las circunstancias. En sus memorias, El hombre en busca de sentido, Frankl describe cómo tanto él como otras personas derivaron una sensación de sentido vital de su situación como trabajadores de un campo de concentración alemán durante la segunda guerra mundial.
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