Federico II de Hohenstaufen |
El emperador Federico II de Hohenstaufen (1194-1250) llevó a cabo un interesante experimento psicolingüístico. El emperador quería saber si los recién nacidos hablarían de por sí latín, griego o hebreo, es decir, cuál era la lengua innata de los hombres, dada por Dios. A tal fin hizo que un pequeño grupo de recién nacidos fuera criado por nodrizas que tenían el encargo de no hablar en presencia de los niños y de no dirigirles la palabra. Mediante la creación de este vacío lingüístico, el emperador esperaba poder determinar qué lengua comenzarían a hablar primero aquellos niños. “Por desgracia, los desvelos amorosos fueron vanos, pues murieron todos los niños sin excepción”. Unos siete siglos más tarde, el psiquiatra de niños René Spitz aportó la espantosa demostración moderna de este experimento fallido. Estudió la elevada tasa de mortalidad infantil en inclusas mexicanas, donde se satisfacían todas las necesidades puramente físicas, pero donde el contacto con adultos era demasiado exiguo.
El filósofo y psicólogo estadounidense William James escribió que “no se podría inventar un castigo más inhumano que, si ello fuera posible, el de dejar suelto en medio de la sociedad a un ser humano y que permanezca completamente ignorado por sus semejantes”.
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