viernes, 3 de abril de 2020

La púrpura es una espléndida mortaja


Mosaicos de Justiniano y Teodora, 547, presbiterio de la iglesia de Sant Vidal de Rávena, Italia
En enero de 532, cinco años después de que el emperador Justiniano se hubiera elevado a la púrpura, una disputa entre los azules y los verdes en el Hipódromo se extendió a las calles de Constantinopla. Durante una semana, cuenta el profesor edimburgués Edward Hollis, el emperador estuvo recluido en su Palacio Sagrado y las turbas recorrieron la ciudad arrasando todo a su paso. La noche del 12 de enero incendiaron Santa Sofía, que quedó reducida a cenizas. Justiniano perdió toda esperanza y dio orden de disponer barcos a fin de escapar de allí, pero su emperatriz era más fuerte. El padre de Teodora había trabajado para los griegos azuzando perros contra osos, su madre había sido prostituta y se rumoreaba que la emperatriz también. Ella estaba acostumbrada al alboroto del Hipódromo y las muchedumbres no la aterrorizaban. “La púrpura es una espléndida mortaja”, bramó, y aconsejó al emperador que permaneciera allí y muriera si era necesario. Justiniano, que tenía más miedo a su mujer que a las turbas, envió a su general Belisario al Hipódromo. El 18 de enero el orden se restableció.

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