miércoles, 1 de abril de 2020

Las mujeres no necesitan niños grandes ni los hombres eternas niñas

Clara Campoamor


Clara Campoamor, la diputada que defendió el derecho al voto femenino en la Segunda República española manifestaba que “la definición de feminista con la que el vulgo pretende malévolamente indicar algo extravagante indica la realización plena de la mujer en todas sus posibilidades, por lo que debiera llamarse humanismo”. El feminismo es un humanismo, es la lucha por el reconocimiento de las mujeres como sujetos humanos y sujetos de derechos, es y ha sido siempre la lucha por la igualdad entre los dos sexos. Y, sin embargo, dice Ana de Miguel, buena parte de su mala prensa procede de que muchas personas asocian el feminismo con la lucha por la supremacía femenina, es decir, con dar la vuelta a la tortilla, y también con el odio a los varones, la convicción de que las feministas quieren transformar a las mujeres en hombres o, en otro orden de cosas, con la confusa creencia de que las feministas están en contra de que las mujeres se enamoren, sean madres o quieran verse guapas.



Ana de Miguel dice que las mujeres tienen que asumir que nadie les va a resolver la vida, ni en el terreno económico ni en otros. La vida es en sí misma un problema que vamos resolviendo poco a poco. A su vez, los hombres tienen que aprender que no van a encontrar una sirvienta doméstica ni una persona que se ocupe de gestionar sus emociones y sus afectos como si fueran niños grandes. Las mujeres no necesitan niños grandes ni los hombres eternas niñas. Al mundo le irá mejor si los adultos dejan de mirarse el ombligo y considerarse eternos jóvenes.

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