Boecio |
Boecio (480- 524) es uno de los fundadores de la filosofía cristiana de Occidente. Para Boecio aquellas cosas que da o quita la fortuna no hacen la felicidad. Ni la riqueza, ni el prestigio, ni el poder. Éstos son bienes que veleidosamente vienen o se van. No es sensato quejarse de que la fortuna se porte como quien es, haciendo girar su rueda y deleitándose en ver cómo “sube lo humillado y baja lo ensalzado” . Aceptar lo fortuito como tal es ya una primera cura. En materia de fortuna “nadie está contento con su suerte”. Es el momento de aplicar el “remedio duro”, que enseña a sobreponerse a lo cambiante y azaroso y trascender a lo permanente y firme. El hombre ha de buscar la felicidad dentro de sí mismo, en la integridad interior, un bien que no puede sernos arrebatado. Para que sea seguro, el bien ha de estar en manos del propio querer y ha de poder poseerse de modo permanente a voluntad . Esa vía conduce a Dios en quien se realiza de modo perfecto la definición de felicidad. La felicidad coincide con el sumo bien y último fin; asimismo con la unidad, “la unidad y el bien se identifican”. El bien es “lo que todos desean”, y “es el fin universal”. La prosecución de ese fin lleva a la felicidad, por tanto a Dios, con quien aquélla se identifica. La vida moral, que orienta a Dios, integra al hombre en un proceso de deificación. “Dios es la felicidad misma”. Participación de la felicidad divina ha de ser la humana. El deseo de felicidad es el universal práctico, que, satisfecho, da a la vida sentido.
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