La elección del cardenal Karol Wojtyla como Papa en 1978 estalla como un trueno en el mundo comunista. En junio de 1979 viaja a su tierra natal, donde su popularidad es considerable. No duda en defender las libertades de asociación y de expresión ante las autoridades polacas, a las que toma por sorpresa e incomoda particularmente. Durante la revuelta de los obreros de Gdańsk en 1980, Lech Walesa, fundador del movimiento Solidaridad, hace colgar retratos del nuevo papa en los tablones de los astilleros en huelga. Por lo tanto, impone el arbitraje de Juan Pablo II, que solamente puede mostrar un sólido apoyo a la causa polaca. Cuando el general Jaruzelski, acabado de nombrar dirigente del país, declara la ley marcial en diciembre de 1981, Juan Pablo II trata de calmar la agitación para evitar el baño de sangre. Vuelve de nuevo en 1983 y reafirma su apoyo a los opositores al régimen.

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