Pearl S. Buck, ganadora del Premio Nobel de Literatura, en su libro Gente de Japón cuenta que “en ese país la belleza está en todas partes. Se encuentra en todas partes en el Japón y donde quiera que haya japoneses. El amor por la belleza es fundamental para la naturaleza japonesa. El aislamiento condujo al desvío y el desvío se convirtió en guerra. Sin embargo, los largos períodos de deliberada reclusión no fueron completamente un mal. Proporcionaron tiempo a los japoneses para reflexionar sobre su propia manera de ser, para solidificar sus costumbres, para desarrollar su arte sin
par. Estuvieron desde luego, profundamente influidos por la naturaleza y el aspecto de sus hermosas islas. La belleza penetró en todos los espacios de sus vidas. En la casa más sencilla y más pobre del Japón tiene su espacio la belleza, un hueco en el que ha sido colgado un adorno de papel, con un florero debajo conteniendo quizá sólo una sola y sencilla flor. Hoy, el hogar japonés sigue teniendo ese hueco, ese adorno y esa flor. Las casas son conservadas escrupulosamente limpias y ordenadas. Desde luego, hay barrios miserables en las grandes ciudades y también amas de casa poco aseadas, pero éstas son muy pocas. La casa japonesa no se presta al desorden. Una habitación es usada para varios fines. Es sala, cuarto de estudio o biblioteca o estancia para recibir a los invitados durante el día y se convierte en dormitorio por la noche cuando los colchones y los cobertores acolchados son sacados del armario en que se guardan. Los suelos se mantienen inmaculados con sus cómodas y alegres esteras y los zapatos se dejan a la entrada de la casa. Los muebles casi no existen, una mesita baja o un pupitre, algunos cojines, una estantería para libros, y esto es todo. No hay nada que pueda crear desorden.
Los tabiques son plafones deslizantes y un cuarto puede hacerse mayor o menor según la conveniencia de quien lo usa. Una pared, en casi todas las casas japonesas, se desliza para mostrar un jardín pequeño, pero exquisito, que es la prolongación de la casa. En una habitación hay un hueco y en él un rollo de papel, llamándose tokonoma a ese hueco. No hay dos rollos ni un cuadro de grandes dimensiones. Hay un pequeño ramillete de flores o quizás una simple rama esbelta, no un florero repleto de tallos cortados llenos de capullos abiertos. La naturaleza es adorada, pero ha sido dominada. La belleza del Japón es una belleza disciplinada, reflejo de un pueblo disciplinado, disciplinado y decidido. La poesía japonesa está contenida en breves versos y el drama Japonés es estilizado, casi ritual”.
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