El fluir del río es incesante, pero su agua nunca es la misma. Las burbujas que flotan en un remanso de la corriente ora se desvanecen, ora se forman, pero no por mucho tiempo. Así también en este mundo son los hombres y sus moradas, escribe el poeta japonés Kamo no Chōmei.
Tampoco sabemos, añade Kamo no Chōmei, por qué se
afanan de esa manera en construir casas necesariamente tan frágiles que apenas perdurarán. ¿Por qué se deleitan sus ojos en ellas? La manera en que la morada y su dueño rivalizan a la hora de ser el primero en desaparecer de esta vida efímera se asemeja al rocío en los pétalos de una campanilla. Tal vez la flor permanezca mientras el rocío se desvanece con el sol de la mañana, pero pronto se marchitará también bajo el calor del día. O tal vez la flor se marchite sin que el rocío haya llegado a evaporarse, pero no esperará al atardecer para hacerlo.
Kamo no Chōmei |
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