En contra de la opinión de algún político contemporáneo, George Orwel escribe que desde mediados de 1937 hasta casi el final de la guerra civil española, el gobierno español estuvo directamente controlado por Moscú. Los motivos últimos de los rusos no están claros del todo, pero en cualquier caso apuntaban al establecimiento en España de un gabinete obediente a sus órdenes. En los primeros compases de la guerra, los máximos adversarios de los comunistas en su pugna por el poder fueron los anarquistas y los socialistas de izquierdas. A la pugna entre comunistas y anarquistas siguió otra entre comunistas y republicanos, a resultas de la cual el gobierno de Negrín fue finalmente defenestrado y muchos comunistas perdieron la vida.
Dejando el debido margen a los prejuicios que Segismundo Casado sin duda tiene en contra de los rusos y de los agentes comunistas, este manifiesta sin apenas dejar duda alguna sobre el hecho de que el dominio ruso dio lugar a un amplio y profundo resentimiento en España. También sugiere que fue la certeza de la intervención rusa lo que inclinó a Gran Bretaña y a Francia a tomar la decisión de abandonar al gobierno de España entregado a su suerte. Los gobiernos británico y francés no sólo quisieron que ganase Franco, sino que en todo caso habrían preferido un gobierno controlado por Rusia antes que una coalición de socialistas y anarquistas bajo el mando de un líder como Largo Caballero.
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