Sin el cumplimiento de la ley ninguna democracia, ninguna libertad, puede subsistir. Cuenta Heródoto una anécdota por la que no pasa el tiempo. Jerjes llegaba a Grecia con un ejército imponente, y preguntó a Demarato, un espartano exiliado en su corte, si los griegos serían capaces de oponerle resistencia. Demarato le dijo que, por supuesto, lucharían contra él en cualquier caso. Y Jerjes se rió: “¿Cómo podrían los griegos, que eran hombres libres, combatir contra un ejército superior si no tenían detrás un déspota que les obligara? Simplemente se someterían y adaptarían, para salvar el pellejo”. Demarato le contestó: “Son libres, pero no del todo. Tienen un amo, la ley, a la que respetan mucho más, incluso, de lo que tus súbditos te temen a ti. Por eso saldrán a combatirte, tanto si se encuentran mil hombres para poner en línea, o menos, o más”.
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