Erich Fromm opina que en nuestro siglo se está desarrollando una nueva religión, la “religión de la técnica”. El aspecto de la religión de la técnica es el del país de Jauja, es decir, la imagen de una ilimitada y no obstaculizada satisfacción de las necesidades. Las necesidades siguen siempre produciéndose y por lo tanto no existe ningún término, y el hombre espera como un perpetuo lactante con la boca abierta a que lo alimenten, más y más y más. El paraíso es la vivencia del goce absoluto, de la falsa abundancia que vuelve al hombre pasivo y desidioso. El fin de la técnica es la eliminación del esfuerzo.
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