Una nación de ciudadanos activos es la pesadilla de Xi Jinping. Activistas cristianos, musulmanes, laborales, blogueros, reporteros, feministas y abogados han sido encarcelados por hablar o actuar sobre sus convicciones. En algunos casos, también han sido exhibidos en confesiones televisadas, en las que se retractan de sus creencias y repiten la línea del Partido de que se han convertido en los peones de los enemigos de China en Occidente. Xi desea que sus ciudadanos se identifiquen con "la madre patria, la nación o raza china, la cultura china, y el camino socialista chino”. Es lo que llama "cuatro identificaciones" que ha sintetizado en dos consignas clave: "El gran rejuvenecimiento de la nación china y del sueño chino". Estas consignas están en todas partes, desde carteleras sobre las carreteras y estaciones, hasta documentales de televisión y dibujos animados en internet y aplicaciones móviles.
La China de Xi hasta ahora ha combinado gran riqueza con gran represión. Si continúa encerrando a sus tigres, limpiando a sus camaradas y silenciando a las voces discordantes, otros podrían plantearse las preguntas existenciales.
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