El sistema ético de Kant le condujo a creer que nunca debemos mentir. Kant tomó este asunto de la mentira extremadamente en serio. Llegó incluso a atormentarse sobre si era permisible terminar una carta con la frase “Su obediente servidor”. ¿Era esto una mentira? Kant insistía en que él no era siervo de nadie y que no tenía la menor intención de obedecer a los destinatarios de su correspondencia. Parece ser que con el tiempo llegó a ceder en este terreno,escribe el filósofo Paul Strathern.
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