¿Puede haber duda de que en el plano ético de los humanos, el bien y el mal, la virtud y la infamia libran lucha permanente y feroz en el fondo de nuestros corazones y conciencias? Sería negar la evidencia. Los hombres, de ordinario, conocemos el bien, captamos la rectitud en el campo de nuestras acciones y sabemos dónde reside aquello que según el orden moral se cataloga de saludable, meritorio y acorde a las mores maiorum; y, sin embargo, en muchos casos optamos por el mal, causamos intencionadamente daño y elegimos la insidia, la infamia y el maleficio, a la manera que Sófocles justifica al malvado en ocasiones (Electra), Ovidio, pese a ver y reconocer lo bueno, elige lo malo, o Shakespeare hace exclamar a Ricardo III “quiero hacer el mal, quiero cometer crímenes”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario