Para Benedicto XVI “el embrión humano debería nacer siempre de un acto de amor y ser tratado como persona. Los progresos de la ciencia y de la técnica en el ámbito de la bioética se transforman en amenazas cuando el hombre pierde el sentido de sus límites y, en la práctica, pretende sustituir a Dios Creador….La procreación humana debe ser siempre fruto del acto conyugal, con su doble significado de unión y procreación. Lo exige la grandeza del amor conyugal….El “eros”, degradado a puro sexo , se convierte en mercancía, en simple objeto que se puede comprar y vender; más aún, el hombre mismo se transforma en mercancía. En realidad nos encontramos ante una degradación del cuerpo humano”.
“Amplias zonas de la humanidad están sufrimiento el llamado “invierno demográfico”, con el consiguiente envejecimiento progresivo de la población. En ocasiones, las familias se ven amenazadas por el miedo ante la vida, la paternidad y la maternidad. Es necesario volverles a dar confianza para que puedan seguir cumpliendo su noble misión de procrear en el amor”, dice Joseph Ratzinger
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