Para el historiador y escritor José María Faraldo la Inquisición fue, pese a su cometido de índole religiosa, un elemento de modernidad en el comienzo de la Monarquía Hispánica, dentro del contexto de una Castilla pujante y avanzada, que escapaba de las tenazas feudales de lo medieval, y de un Aragón que se había expandido por el Mediterráneo y miraba hacia el Renacimiento italiano. El Santo Oficio,fue una institución muy original, moderna, altamente burocratizada y con objetivos de vigilancia y control social. Al igual que muchas policías posteriores, se apoyaba en la acción de confidentes y delatores, censuraba y requisaba libros y papeles. Como hemos dicho, la Inquisición hispánica se centró al principio en perseguir disidencias de tipo religioso (conversos judíos y moriscos), pero la sucesiva persecución de erasmistas, luteranos y luego, en el siglo XVIII, de ilustrados, podría ser fácilmente relacionada con la “policía del pensamiento” típica de los tiempos modernos. De hecho, los tribunales del Partido Comunista eran tribunales de conciencia y no tribunales penales en el sentido estricto del término, del mismo modo que los de la Inquisición. Esta genealogía, según Igor Halfin, “podría proporcionar pistas sobre los orígenes de ciertas prácticas del NKVD (Comisariado del Pueblo para Asuntos Internos) a partir de los años 1930”.
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