En 1960, los politólogos preguntaron a los estadounidenses cómo se sentirían si su hijo se casara con una persona militante de otro partido político. El 4 por ciento de los demócratas y el 5 por ciento de los republicanos manifestaron que les desagradaría. En 2010, el 33 por ciento de los demócratas y el 49 por ciento de los republicanos afirmaron que se sentirían un poco o muy infelices ante la perspectiva de un matrimonio entre dos personas con distintas tendencias políticas. Ser demócrata o republicano ya no es una mera cuestión de adscripción a un partido, sino que se ha convertido en un rasgo identitario. Una encuesta realizada en 2016 por la Pew Foundation reveló que el 49 por ciento de los republicanos y el 55 por ciento de los demócratas aseguran temer al otro partido. Entre los estadounidenses políticamente comprometidos, dichas cifras son aún más elevadas. Un 70 por ciento de los demócratas y un 62 por ciento de los republicanos afirman vivir con miedo al otro partido. Estas encuestas apuntan al auge de un fenómeno peligroso en la política estadounidense, una honda hostilidad entre partidos.
El Partido Republicano ha pasado a ser el partido de los cristianos. Los cristianos irrumpieron en masa en la política en la década de 1970, motivados, en gran parte, por la sentencia del Tribunal Supremo de 1973 en el caso Roe contra Wade, que legalizaba el aborto. A partir de Ronald Reagan en 1980, el Partido Republicano asimiló a la derecha conservadora y adoptó posturas cada vez más cercanas a los cristianos, como la oposición al aborto, el apoyo a la oración en las escuelas y, posteriormente,oposición al matrimonio entre homosexuales. Los blancos,tanto protestantes como católicos, que se habían inclinado hacia los demócratas en la década de 1960, empezaron a votar a los republicanos. En 2016, el 76 por ciento de los evangélicos blancos se identificaban como republicanos. Por su parte, entre el electorado demócrata se vivió una tendencia ascendente hacia el ateísmo. El porcentaje de demócratas blancos que asistían a la iglesia de manera habitual cayó de casi un 50 por ciento en la década de 1960 a menos de un 30 por ciento en la de 2000. Se trata de un cambio extraordinario. Tal como destaca el politólogo Alan Abramowitz, en la década de 1950, los cristianos blancos casados componían la mayoría abrumadora (cerca del 80 por ciento) del electorado estadounidense, repartidos más o menos entre ambos partidos. En la década de 2000, constituían en torno al 40 por ciento del electorado y se concentraban en el Partido Republicano.
Los resultados de los sondeos sugieren que muchos republicanos del Tea Party comparten la percepción de que el país en el que crecieron se está desvaneciendo, amenazado por lo que ellos perciben como un cambio acelerado del rostro de la “verdadera” América. Por citar el título del libro reciente de la socióloga Arlie Hochschild, se perciben como extranjeros en su propia tierra. Esta percepción podría explicar la propagación de un discurso que diferencia a los “estadounidenses de verdad” de aquéllos asociados con los liberales y el Partido Demócrata. Si la definición de “estadounidenses de verdad” se circunscribe a las personas nativas, anglosajonas, blancas y cristianas, entonces resulta fácil entender que los “estadounidenses de verdad” crean estar en retroceso. Ann Coulter lo expresó con las siguientes palabras:"El electorado estadounidense no se está desplazando hacia la izquierda, está disminuyendo”. La percepción entre muchos republicanos del Tea Party según la cual su América está desapareciendo ayuda a entender el atractivo de eslóganes como Take Our Country Back (Recuperemos nuestro país) o Make America Great Again (Hagamos a América grande otra vez).
Fuente: Cómo mueren las democracias (StevenLevitsky;Daniel Ziblatt)
No hay comentarios:
Publicar un comentario