jueves, 27 de junio de 2019

Son muchos los filósofos que han elogiado el desapego y el desprendimiento

Necesitar poco ha contado con numerosos seguidores a lo largo de la historia de la filosofía. Son muchos los pensadores que han elogiado el desapego y el desprendimiento, y se han dejado atrapar por el encanto de una existencia reposada, sencilla y frugal desde los tiempos de Sócrates. Cuentan que el sabio ateniense, tras pasear sus huesos por el ágora contemplando los puestos y los tenderetes bien abastecidos de los artesanos y los mercaderes, exclamó con asombro no exento de ironía: “¡Cuántas cosas hay que no necesito!”. Y repetía a menudo estos versos de una poetisa clásica: “Las alhajas de plata y púrpura / útiles son en las tragedias, / pero de nada sirven en la vida”. Esta anécdota contiene la simiente de la sobriedad feliz, un ideal que hicieron suyo filósofos de todas las épocas para vivir sin amos, liberarse de las ataduras del deseo, adquirir la tranquila posesión de uno mismo y ser capaces de renunciar a todo lo que no fuera estrictamente necesario. En el siglo I, Séneca animaba a un amigo a perfeccionar ese ascético arte de vivir con estas palabras: Créeme, la verdadera alegría es austera. Yo te ruego, querido Lucilio, que procures realizar aquella única cosa que puede hacerte feliz: rechazar y pisotear todo aquello que brilla exteriormente.


Tras el mensaje de que no es más rico quien más tiene sino quien menos necesita, se esconde otra idea sorprendente, el desapego es la condición de posibilidad de la libertad, y esta de la felicidad. En lugar de acumular, por qué no renunciar a las cosas que nos piden mucho y nos dan poco, a los deseos que no son ni naturales ni necesarios como proponía Epicuro, por qué no contentarse con manjares sencillos, desprenderse de lo superfluo, cultivar la autosuficiencia racional y buscar una forma razonable de placer.


No hay comentarios:

Publicar un comentario