Josep Tarradellas Joan (1899-1988), presidente de la Generalidad de Cataluña, buscaba incesantemente una coincidencia afectiva. Era catalán y era español. Parecía querer rodear todo de la mayor paz y de la mayor belleza posible; y siempre la dignidad, no dicha, del que ha rechazado el dinero y del que no quiere el enfrentamiento. Hay que meterse en su casa, decía Cassinello, donde todo es pobreza, para entender su dignidad.
Decía Tarradellas que Cataluña no debía ser “incordiante en el conjunto político español, sino colaborar para resolver los problemas nacionales”. Se consideraba además “un español más, dispuesto a colaborar con el Gobierno en los problemas de la Transición”. Piensa que lo catalán en el marco de lo español para alcanzar el entendimiento en el punto medio. Habla, negocia, pero con el Gobierno. Siempre respetuoso con el Gobierno y con el rey. Piensa que su autoridad moderará las posturas, que su institución salvará el enfrentamiento entre Cataluña y el resto de España.
Josep Tarradellas y Jordi Pujol, en 1980. |
Mantuvo unas relaciones tensas con el nacionalista catalán Jordi Pujol, relaciones que no se verían exentas de conflictos y reproches. En 1980, durante una entrevista con el periodista Julio Merino, en referencia a Pujol le contestó: “Señor Merino, yo de enanos y corruptos no hablo”.
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