Leonardo da Vinci decía que “en las historias, los personajes deben diferir en complexión, edad, tinte, actitud, corpulencia y flaqueza: corpulentos, flacos, altos, bajos, obesos, magros, orgullosos, corteses, viejos, mozos, fuertes y musculosos, enclenques y de poca fibra, joviales, melancólicos; de cabellos crespos o lacios, cortos o luengos; de movimientos vivos o vulgares. Y has de variar las ropas y colores y todo lo que la composición requiera. Peca gravemente el pintor que hace rostros semejantes; y aun es gran defecto reiterar los gestos”.
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