viernes, 27 de abril de 2018

El militar tiene valores de un mundo distinto.

La guerra, como han demostrado los teóricos, está relacionada con la economía, la diplomacia y la política; pero esta relación no significa identidad ni similitud. La guerra es totalmente distinta de la diplomacia y de la política porque tienen que hacerla hombres cuyos valores y cuya capacidad no son los de los políticos y los diplomáticos. Son valores de un mundo muy distinto, un mundo muy antiguo que existe en sintonía con el mundo cotidiano, pero que no forma parte de él. Ambos mundos cambian con el paso del tiempo, y el del guerrero sigue los pasos del civil, pero a una cierta distancia. Y esa distancia nunca se anula, pues la cultura del guerrero no puede ser nunca la de la civilización, dice el historiador militar ingles Sir John Desmond Patrick Keegan.



Un general, dice Keegan, puede ser o no objeto de admiración, ya que esta es suscitada por algo más que las simples insignias de superioridad. La admiración radica en la fama que ostente como hombre entre los demás, fama que se ha ido atesorando a lo largo de muchos años a la vista de la tribu que constituye su regimiento. Y esa tribu la componen no solo los oficiales de igual rango, sino también los sargentos y la tropa. “Malo para la tropa” era la descalificación suprema. Un oficial puede ser listo, competente, trabajador; pero si sus soldados abrigan dudas respecto a él, ninguna de tales cualidades cuenta. No forma parte de la tribu.

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