martes, 3 de abril de 2018

Hablando del español.

George Barrow dijo que el idioma español es más grande que su literatura. El español es un instrumento fuerte y delicado. Tiene una grandeza que da amplia oportunidad para los efectos retóricos y una concreción que le permite ser escrito con deliciosa sencillez. Tiene una concisión que apenas es sobrepasada por el latín.

Retrato del emperador Carlos V hacia 1550.
Hay una anécdota que se atribuye a Carlos V. Dijo que el alemán era el mejor idioma para dirigirse a los caballos; el francés, para conversar con los estadistas; el italiano, para hablar con las mujeres; el inglés, para tratar con los pájaros, pero que el español era el único idioma con el que dirigirse a los reyes, a los príncipes y a Dios. 

Un día, Luis XIV preguntó a uno de sus cortesanos: ¿Sabéis español? No, Sire, contestó el otro. Pero lo aprenderé. 
Se puso a estudiarlo, creyendo que el rey tenía intención de nombrarlo embajador ante la Corte de España, y al cabo de cierto tiempo le comunicó al rey: Sire, ahora ya sé español. Muy bien, contestó el rey. Entonces, os será posible leer Don Quijote en el idioma original.

El escritor británico William Somerset Maugham cuenta la siguiente historia: “Una vez un joven fue a Granada. Era su primera visita. En la noche de su llegada, después de la cena, demasiado excitado para acostarse, bajó a la ciudad. Allí, porque tenía veinticuatro años y también porque pensó que la ocasión era adecuada, se hizo indicar un burdel. Escogió una muchacha.El joven se sorprendió al comprobar que se trataba de una chiquilla. 
Pareces muy joven para estar en un lugar como éste ,dijo. ¿Cuántos años tienes? Trece. ¿Quién te ha traído aquí? El hambre, contestó ella. El joven tenía una sensibilidad indudablemente excesiva. La trágica palabra lo dejó anonadado. Después de darle dinero (era pobre y no pudo desprenderse de mucho) despidió a la muchacha y, completamente decaído, ascendió lentamente la colina y se
 W. Somerset Maugham
fue a dormir. Éste es un episodio de la autobiografía de Alfonso de Contreras, que empezó la vida como pinche y la acabó como caballero de Malta, y que siempre me ha parecido una obra maestra de la narrativa y un ejemplo de perfecto estilo. Habiéndose casado en un período de su pintoresca existencia con la respetable viuda de un juez, tuvo la sospecha de que ella lo engañaba con su amigo más íntimo. Una mañana los descubrió abrazados. “Murieron”, escribe. Con esta amarga palabra termina el asunto y pasa a ocuparse de otras cosas. Así se escribe. En español existen innumerables modismos; dan mordacidad al lenguaje. En él se hace un uso más amplio y complicado del subjuntivo que en la mayor parte de los idiomas modernos, lo que da a sus frases una elegancia peculiar”.


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