martes, 17 de abril de 2018

La libertad.

Azaña decía que la libertad no hace felices a los hombres. Los hace, simplemente, hombres. En 1926, en plena dictadura de Primo de Rivera, Tomás Elorrieta publicaba su libro Liberalismo, en cuyo último capítulo podía leerse: “Al organizar el fascismo su marcha sobre Roma, Mussolini anunció que pasaría por encima del cadáver corrompido de la libertad. Pasó en efecto por encima de muchos cadáveres de elementos políticos, pero que habían muerto porque les faltaba precisamente el hálito de la libertad. No pasó por encima del cadáver de la libertad, porque la libertad es inmortal, porque responde a la naturaleza humana, porque es la esencia del ser del hombre”.



Miguel de Cervantes hace decir a Don Quijote: “La libertad, Sancho, es uno de los más preciosos dones que a los hombres dieron los cielos; con ella no pueden igualarse los tesoros que encierra la tierra, ni el mar encubre: por la libertad, así como por la honra, se puede y debe aventurar la vida; y por el contrario, el cautiverio es el mayor mal que puede venir a los hombres”.

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